RILKE Y LA DESPEDIDA


Gal Gomila


Rainer María Rilke (1875-1926) fue un poeta austriaco, autor de algunas de las obras poéticas claves del siglo XX, como lo son: Elegías de Duino (1923) y Los Sonetos de Orfeo (1923); además son muy reconocidas sus Cartas a un Joven Poeta (1936), publicadas de forma póstuma. Tal es su importancia que incluso Heidegger, quizás el filósofo más importante del siglo XX, llegó a decir que la poesía de Rilke es lo que él quiso expresar en su propia filosofía.

Nacemos; es decir, somos arrojados a este mundo. Y es desde ese mismo instante que empezamos a morir. No solo del impulso trágico vive el poeta, el artista; también el ser más arraigado a una tradición cientificista debe aceptar la despedida, aunque sea desde un punto de vista categóricamente biológico. Todo lo que hacemos desde entonces pertenece ya a la despedida, ya sea desde la atrofia celular, desde la pluma del poeta, o desde el mensaje de Dios.

Es por lo que siempre nos encontramos en situación de despedida, una manera más de defendernos de lo que nos sucede y que no podemos afrontar. Al fin y al cabo, nosotros no tenemos nada que podamos ofrecer, somos tan pequeños que debemos ir despojados de todo. Y así es como ese sutil gesto cotidiano (un saludo, un abrazo, una deuda, un guiño, una broma...) se convierte en un adiós, aunque no nos demos cuenta.